Si te aísla de los demás, no es amor

Celina le sonríe al teléfono con la emoción de quien sabe que algo bueno ocurrirá ─resulta una obviedad, si se tiene en cuenta que sus amigos son las personas más ocurrentes del planeta. El sentimiento parece acrecentarse si recuerda la última ocasión en la cual se vieron: hace casi tres meses, la última vez que Ana volvió a la ciudad.

Desde su lugar, Rodrigo la observa y el recelo se nota en sus ojos. Celina no es la clase de persona que mira el celular a menudo pero, por algún motivo, ha estado pendiente de él desde la mañana.

─Celi, ¿pasa algo? ─interroga Rodrigo.

Para su sorpresa, ella le sonríe. Si no la conociera mejor, pensaría que se está burlando de él.

─No, no ─dice mientras sacude la mano como si le restara importancia al asunto─. Nos vamos a juntar con los gurises hoy.

Rodigo aprieta la boca y Celina se pregunta qué pasa por su mente. Por lo general, es inexpresivo, por lo que cuando ríe o balancea las cejas, ella lo mira con admiración.

─¿Hoy te juntas con los pibes? No me habías dicho nada.

─Es que salió improvisado, como viene Ana y eso…

Él bufa, con pereza, y se levanta de su lugar para envolverla entre sus brazos. Le acaricia el pelo y le da un beso en el hombro.

─Quedate… ─le pide, arrastrando la última letra─. Porfi, está re lindo para ver una peli.

─Pero hace mil que no veo a Ana ─se excusa ella mientras hace puchero.

Rodrigo resopla─ Pero va a estar Mateo, y sabés bien que te tiene ganas.

─No digas pavadas, nene ─niega ella, a la vez que le da un golpecito en el hombro─. Mateo es un amigo nomás.

─¿No viste como te mira? ─señala─ Si es obvio que quiere con vos, nena.

Celina sacude la cabeza. Rodrigo es terco como una mula, por lo que intentar cambiar su opinión es imposible.

─Y en todo caso ─agrega en un intento por conseguir su permiso─, ¿qué importa? Si sabés que yo soy solo tuya.

Él le da un beso.

─Como tiene que ser ─sentencia─. ¿Te quedás conmigo entonces?

Ella arruga la nariz: ese día, Rodrigo está inflexible, no la dejará marcharse sin discutir. Y vienen tan bien… No vale la pena pelearse. Él la atrae a su pecho y ella piensa que es muy afortunada de tenerlo, de ser amada por alguien.

─Bueno, me quedo.

Pero aún así, extraña a Ana…

M. L.


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