Si te cela en exceso, no es amor

Sentada al cordón de la vereda, Lara esperaba que Agustín llegara para poder irse a la heladería. El celular, su único entretenimiento en esa calle desierta, vibraba a causa de la continua llegada de notificaciones.

Ella había llegado al lugar del encuentro en hora, él, como siempre, arribaría tarde.

Agustín era de los que se entretenía frente al espejo hasta el punto de olvidar sus compromisos.

Pero, cuando lo vio asomar por la esquina, se dijo que podía demorar lo que quisiera, porque se veía muy lindo.

Él se agachó y le dio un beso en el cachete. Apoyó la cabeza en su hombro, para ver que la tenía tan entretenida. Descubrió la pantalla principal de Instagram, que se actualizaba de manera constante debido al montón de personas y páginas a las cuales Lara seguía.

Ella deslizó su dedo hasta dar con una de Mía, su mejor amiga, a la que le escribió un comentario destacando lo bonita que era. Al seguir abajo, descubrieron a un muchacho sin remera que enseñaba un cachorrito de caniche a la cámara. Lara le dio un corazón a la foto, y sin inmutarse, continuó viendo fotos.

Ofuscado, sin embargo, Agustín despegó la cabeza de su hombro. Ella no notó nada extraño, pero al verlo de reojo, supo que algo debía de haber hecho para provocar esa mueca en su cara.

─¿Pasa algo?

─¿Quién era ese? ─preguntó con la boca torcida. Ella sacudió la mano para demostrar que no entendía sobre qué hablaba─. El pibe del perro ─agregó exasperado.

Lara odiaba ese tono. La hacía sentir estúpida.

─Un pibe que va a la UTU ─respondió─, ¿por?

Él soltó un bufido y sacó su propio teléfono. Lara lo vio, perpleja.

─¿Y a vos qué te pasa, boludo? ─inquirió, mientras chocaba la punta de su zapato con el de Agustín.

─Nada.

─Decime.

─Nada, nena, soltame ─dijo, gruñó.

─¿Te pusiste celoso?

─Qué te importa.

Ella rió, divertida ante la actitud.

─Sos un bobo, si sabés que te quiero a vos… ─declaró tras besarlo..

─Me querés tanto que pasás dándole me gusta a pibes en bolas, sí ─farfulló él, con la nariz arrugada.

Ella resopló para intentar ocultar su sonrisa.

─Si me borro la cuenta, ¿te quedás más tranquilo? ─sugirió, aunque era más una broma que una propuesta seria.

─Hacé lo que quieras, qué me importa a mí.

─Bueno, no me la borro nada entonces.

La nariz se arrugó todavía más─ No, ahora que dijiste no arrugues.

A pesar de su diversión, él destilaba seriedad. Lo pensó y se dijo a sí misma que la mejor manera de calmar las aguas y volver a la normalidad sería cumplir lo planteado.

No quería perderlo por una pavada como esa.

Arrastró la aplicación hasta el ícono con forma de cruz. Iba a extrañar revisar a todas horas las fotos más recientes, pensó con tristeza, pero al ver cómo se paraba Agustín y le decía que fueran a la heladería, se dijo que podría soportarlo.

Por él.

Por el bien de su relación.

M. L.

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