Las marcas de la noche anterior

 

Sara abrió los ojos con pesadez, su cuerpo no tenía las fuerzas necesarias como para levantarse de la cama, pero no podía llamar de nuevo a su trabajo para que le dieran otro día libre, necesitaban el dinero más que nunca ya que Alex aún no conseguía trabajo y ella no podía seguir dándose el lujo de faltar

La puerta de su habitación se abrió y una sensación de miedo invadió su cuerpo al verlo caminando hasta ella con una bandeja en las manos, “Buenos días” le saludo Alex sentándose en la cama “¿Qué tal amaneciste?, te traje el desayuno”.

Sara dudó en responderle con la verdad, porque sabía que si le era sincera probablemente se enojarla consigo mismo, y ella, en su intento de hacerlo reaccionar, terminaría siendo lastimada.

"Bien" le sonrió, aunque aquello era más una mueca que una sonrisa, "Gracias por traerme el desayuno.

"No hay de qué”, pasó su mano por la mejilla de Sara haciendo que se tensara, pero rápidamente se relajó ante la calidez que desprendía "Para ti, lo que sea.”

Sara le sonrió dándole un sorbo a su jugo de naranja. A veces las actitudes de Alex la desconcertaban totalmente, pero por alguna razón - a la que ella llamaba amor - terminaba perdonándolo y quedándose a su lado.

Una vez que Sara terminó el desayuno, que amablemente le preparó Alex a modo de disculpa, y se levantó de la cama intentando aparentar que ningún golpe que había recibido la noche anterior le había afectado. La chica desapareció por la puerta del baño, dejó caer su pijama al suelo y dirigió su mirada al espejo que tenía frente a ella, los colores azules verdosos adornaban su blanca piel. En definitiva, esos hematomas tardarían en salir de su cuerpo, pero al menos Alex ya no le dejaba marcas en la cara, y en el fondo daba las gracias por eso.

Cuando salió de la ducha se dio cuenta de que no había llevado un abrigo, y ahora no tenía más opción que salir para colocárselo. Deseaba con todas sus fuerzas que él no estuviera allí, pero el chico estaba sentado en la cama viéndola fijamente.

Respiro hondo y caminó hasta el armario para sacar su abrigo, cuando al fin lo tuvo y estaba dispuesta a ponérselo, Alex se acercó a ella rápidamente “¿Yo te hice eso?" preguntó viendo los tonos verdosos en su piel "Dios, ¡Sara! ¡Yo lo hice!"

No” intervino rápidamente Sara "Tú no fuiste”

Alex sabía que mentía, puede que llegara borracho, pero no era tonto, eso solo podía haberlo provocado él. Su pulso se aceleró, su sangre empezó a hervir de enojo y sin pensarlo dos veces salió de la habitación dando un portazo sin que Sara pudiera detenerlo.

Él era un monstruo, pero ella no quería admitirlo, porque lo amaba.

                                                                A. M.

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